A veces,
cuando el sol despunta
sus primeros rayos
y el sonido de la mañana
derriba los muros del silencio,
hay voces que enmudecen
esclavas de lo que callan.
Es tan fácil
la implacable diligencia
de la palabra,
que me rindo
a la voz del poema.
Esperando que salga
indomable, anegado,
latiendo del pecho,
quemando las manos,
danzando en el fuego,
haciendo cenizas el papel...
(No hay palabra
que se haga nudo
en la garganta,
para unas manos ardiendo…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario