Conocí
a una niña
que despertaba mañanas
observando la mar.
Habitaba
entre azules,
donde moraban
los dueños de sus sueños.
Mano que tiende inocencia,
pies bañado en arena,
ojos que abren y cierran
sin dejar de mirar.
Conocí
a una niña
que dormía silencios,
dibujaba siluetas
en suspiros de mar.
La atrapé
entre mis brazos,
me la traje
al calor de mi hogar.
Taté GR
9 agosto, 2016
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