Mis manos
están algo inquietas,
suspiran por ver un poema
dibujado en el arduo papel.
Mis ojos,
un tanto cansados,
observan de lado a lado
apilando palabras
sin saber qué decir.
Un poema
puede tener olor a mar,
o el crujido del viento
sobre las hojas pisar…
O ser tan nítido
como el rayo de luz
que se asienta en
el cristal de mi ventana.
O ser el suspiro
de la desesperación...
Mis manos saben
que un poema
va más allá de las palabras
que escribo sobre un roto papel.
Pero se mueven,
se inquietan y quieren
danzar sin respiro.
Yo,
devota de su capricho,
fuerzo parar el mundo
para satisfacer sus ganas…
TatéGR
1 junio,2016
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